2.1-Santo Tomás de Aquino y los Escolásticos

29.11.2013 22:56

En 1224, mientras la religión católica era la ideología dominante en Europa (con una filosofía por cierto muy cercana al neoplatonismo), nació Santo Tomás de Aquino en la ciudad de Nápoles, Italia. La teología adquiría entonces, como es de suponer una importancia masiva, y mucha literatura de aquella época consistía en descripciones sobre cómo era Dios.  De ahí que pocos filósofos de la época conseguían escapar de los planteamientos teológicos. Nuestro amigo Tomás no fue la excepción. Después de tomar el hábito dominico  y estudiar Teología, fue testigo de una fuerte debilidad que tenía la religión católica que él profesaba.

Santo Tomás de Aquino

Pese a él estar completamente fuera de toda duda acerca de la existencia de Dios, comprendió racionalmente, la objeción que podía poner alguna persona que no tuviera la fe. Fue entonces, un día que llegó a sus manos un libro de Aristóteles llamado La lógica, que lo cautivó. Empezó a investigar su obra, y se topó con su demostración sobre la sustancia inmóvil, que era precisamente lo que necesitaba. Se convirtió en una de sus argumentaciones sobre la existencia de Dios.

Si Tomás quería divulgar a Aristóteles, sabía que entraría en problemas. No sólo por el hecho de divulgar una filosofía pagana, sino porqué para rematar. ¡Aristóteles había sido conservado por los musulmanes! ¡¿Es que iban unos musulmanes a decirnos acaso como pensar?! Pues sí. Santo Tomás decidió convertirse en el abogado del diablo. Quiso demostrar y luchó en intensos debates para intentar convencer de que la filosofía Aristotélica no entraba de ningún modo en absoluto, en conflicto con la teología católica y trató de hacer comprensibles racionalmente, algunos dogmas del cristianismo como por ejemplo, la transmutación y la eucaristía.

Su intención era, en definitiva poner la razón al servicio de la fe (en parte porque ya había demostrado de otro modo anteriormente la existencia de Dios); tratar de demostrar de un modo “científico” la religión católica; demostrar que la fe y la razón no eran incompatibles. Desde luego, todo el espíritu griego debió revolverse en su tumba al escuchar que la razón debía ser “la criada” de la teología. Pese a ello, creo que sería injusto negarle a Santo Tomás el reconocimiento y mérito de convencer a un inmenso poder conservador como era la iglesia de aquella época, que a duras penas podía ni siquiera aceptar el hecho de que la razón pudiera escalar grados hasta llegar a Dios. A Dios se le debía encontrar mediante la fe: la razón no pintaba nada. Gracias a Santo Tomás y otros intelectuales la escuela escolástica creció, y Aristóteles acabó cogiendo una importancia e influencia muchísimo mayor que la que había tenido Platón en el período anterior. Por supuesto junto a Aristóteles venía en el pack el modelo geocéntrico de Ptolomeo del cual hablaremos en la siguiente entrada.

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