Prescindiendo del mercado: El socialismo. (II).
Comprendiendo la Economía. Capítulo 10. PRESCINDIENDO DEL MERCADO: EL SOCIALISMO. (II).
En el anterior capítulo abordé la definición del socialismo marxista y las dificultades de un sistema socialista para establecerse a partir de una sociedad con una elevada acumulación de capital.
Voy a obviar esas dificultades y suponer que tras una revolución se instaura un sistema socialista. El primer problema a que se enfrenta el socialismo es a un grave error conceptual.
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LA ESTRUCTURA DE CAPITAL.
El capital no es una cantidad de dinero abstracta que se puede utilizar para diferentes clases de producción. El capital está en su mayor parte invertido en diferentes medios de producción que sólo son aptos para la producción de determinados bienes. Con el tiempo se puede cambiar la estructura de capital pero a medio plazo y especialmente a corto plazo la estructura de capital y por tanto su capacidad de producir diferentes bienes es muy rígida.
Estructura de capital: diferentes clases de medios de producción destinados a producir diferentes bienes en que está invertido el capital de un país o empresa.
Al finalizar la revolución y establecerse el socialismo la estructura de capital no ha variado (no ha tenido tiempo), como según la teoría marxista los bienes que se producían durante el periodo capitalista iban en su mayor medida a producir bienes de lujo para los capitalistas, una importante parte del capital está invertida en instalaciones y maquinaria que no serán útiles para los trabajadores.
Dado que son necesarias nuevas inversiones para producir los bienes que necesitan los trabajadores, es decir una nueva acumulación de capital, durante algún tiempo la clase trabajadora tendrá que seguir trabajando sin obtener una recompensa inmediata.
Al quedar eliminados los capitalistas quedan eliminados todos los gastos en producir bienes de lujo y por tanto queda un gran número de trabajadores sin trabajo. El problema no es que estos trabajadores queden sin unos recursos mínimos, al fin y al cabo el resto de trabajadores que antes producían los recursos mínimos para todos los trabajadores seguirán trabajando.
Pero no encajaría muy bien con la ideología socialista el que unos pocos trabajadores mantuviesen al resto, además ¿Cómo iba a mejorar la condición de la clase trabajadora si la mayor parte de ella permaneciera inactiva?
Entonces hay que poner a trabajar a esa gran parte de la clase trabajadora que ha quedado sin empleo debido al fin de los capitalistas. Estos trabajadores lo harían en un principio por los bienes imprescindibles, que estarían disponibles, ya que el resto de trabajadores, al igual que durante el capitalismo, se dedicarían producir los bienes básicos para todos los trabajadores. El trabajo de los que antes producían bienes de lujo, iría ahora destinado a generar bienes de producción con que producir bienes para los trabajadores y posteriormente a producir esos bienes.
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LOS PLANIFICADORES.
Pero en una economía sin mercado ¿Quién tomaría las decisiones de qué bienes producir y más aún de qué bienes de producción producir?
En realidad el quién es un tanto irrelevante, lo importante es que ahora no existirían unos consumidores que con sus decisiones de compra opten por unos u otros productos, los consumidores no van a tener más remedio que aceptar los bienes que decidan producir los que tomen las decisiones.
Las personas que van a tomar las decisiones de qué bienes producir no tienen tampoco la competencia de otros planificadores, es cierto que se podrían crear grupos diferentes que ofrecieran bienes diferentes pero dado que no existe libertad de elección, sino que los consumidores están obligados a adquirir los bienes producidos, sería imposible saber qué bienes satisfacen mejor las necesidades de la gente. Sería una competencia ficticia.
Directores de la producción = planificadores, realizan los planes, asignan recursos, determinan los bienes a producir.
Mandos intermedios = burócratas, llevan a cabo los planes de producción, dirigen directamente a los trabajadores.
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Nota: en el sistema capitalista los empresarios también planifican su producción y sus inversiones. La diferencia entre los planificadores de un sistema socialista y los empresarios (que planifican) en un sistema capitalista es que los empresarios no pueden obligar a los consumidores a comprar el bien que ellos producen, en cambio los planificadores de un sistema socialista obligan a la gente a consumir lo que producen.
El sistema socialista se define de “planificación central o centralizada”, unos pocos deciden la producción, en el sistema capitalista es un sistema de “planificación descentralizada o individualizada”, todo el mundo planifica su producción, sus compras, sus inversiones de una manera individualizada.
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LOS PROBLEMAS DE LA PLANIFICACIÓN: LA FALTA DE INCENTIVOS.
Es un hecho (axioma 2) que las personas que dirijan la producción van a equivocarse. Equivocarse en todos los sentidos: no producirán cosas que se necesiten, producirán cosas que no se necesiten, se equivocarán en los métodos de producción y en las cantidades de lo que produzcan. Ese mismo problema ocurre en un sistema de mercado, pero a diferencia del sistema de socialista, en un sistema de mercado existirán consumidores y empresarios que con sus decisiones de compra irán corrigiendo los errores y haciendo que al final se produzcan los bienes que realmente satisfacen las necesidades (por lo menos en una gran medida).
En un sistema socialista los errores se van a multiplicar, perpetuar y transmitir por todo el sistema de producción. Dado que la gente está obligada a consumir aquellos bienes que se produzcan, independientemente de que satisfagan sus necesidades, nadie va a tener demasiados incentivos en producir bienes diferentes a los planificados ni a cambiar los sistemas de producción. Ninguna empresa puede quebrar por no atender las demandas de los consumidores.
El asunto de los incentivos es la causa de que el sistema socialista nunca llegue a funcionar y acabe hundiéndose en la ineficacia y la corrupción. Por mucho que quieran los socialista la naturaleza humana no cambia y sus cuatro axiomas son incompatibles con el socialismo.
Un sistema en el que un grupo de personas, por bienintencionadas que sean, e incluso estando su poder económico justificado por unas elecciones libres, tomen las decisiones de producción y distribución de la riqueza de manera imperativa está condenado al fracaso, veamos por qué.
Cuando las personas están obligadas a consumir lo que se les ofrezca, y parte de lo que se les ofrezca no va a coincidir con lo que necesitan, carecen de incentivos para trabajar, porque independientemente de lo que trabajen ya saben lo que van a recibir y que parte de lo que van a recibir no les gusta.
Peor aún es la situación de los “empresarios” burócratas o mandos intermedios del sistema, dado que no tienen incentivos en forma de beneficios, su interés en ofrecer nuevos productos, en mejorar los existentes o en producir más será nula.
¿Cómo van a calcular los que dirigen la producción el “tiempo de trabajo necesario” o en otras palabras el salario de los trabajadores?
Los que dirigen la producción van a tener que confiar en toda la burocracia de mandos intermedios para determinar no sólo los bienes y los sistemas de producción sino también el tiempo de trabajo necesario para producirlos. En unas circunstancias donde reducir el tiempo de producción, es decir los salarios o el número de empleados, no van a reportar beneficios al mando intermedio lo normal es que este no intente reducirlos. Nadie va a tener incentivos para disminuir el tiempo de producción o lo que es lo mismo nadie va a tener incentivos en aumentar la productividad. Es posible que suceda lo contrario: los mandos intermedios intentarán aumentar el tiempo de producción de sus respectivas áreas para asegurarse que van a alcanzar sus objetivos sin problemas.
Lo que se tiene es que los salarios tanto si los medimos por lo que se puede comprar con ellos como si los medimos por lo que pueden producir los trabajadores que los reciben están completamente desconectados de las necesidades de la gente o de la producción. Se entra así en una economía de ficción donde todo está en manos de una gran burocracia que toma sus decisiones en función de sus propios intereses o de los que dirigen la producción, casi nunca en función de los que consumen.
Se puede pensar que si los que dirigen la producción están elegidos en unas elecciones libres entonces atenderán mejor a las necesidades de la gente y emplearán la mayor destreza posible en hacerlo. Pero eso sería obviar la extremada complejidad que requiere la satisfacción de las necesidades de millones de personas. La cuestión no es tanto (que lo son) si los que dirigen la producción son bienintencionados, o son elegidos por la gente o simplemente si quieren satisfacer las necesidades de la gente, la cuestión es que no serán capaces de satisfacer las necesidades de la gente, porque en realidad no saben cómo.
Al carecer del mecanismo del mercado lo más que pueden hacer los que dirigen la producción es esperar que sus ideas de las necesidades presentes y futuras coincidan con las de la gente, esperar también que sus ideas de cómo producir los bienes coincida con la más eficaz y esperar que toda la burocracia necesaria para mantener todo el sistema de producción sea honrada y eficaz. Pero la realidad es tozuda y los que dirigen la producción y los burócratas intentarán por todos los medios mantener sus estatus y para ello no aceptarán los errores que sistemáticamente cometerán porque aceptarlos sería tanto como aceptar que el sistema no funciona.
Todo intento de destacar del resto trabajando más o inventando nuevos o mejores productos o nuevos métodos de producción serán boicoteados por los demás individuos. A diferencia del sistema de mercado donde, en el peor de los casos, sólo los empresarios podrían estar interesados en perjudicar a los posibles nuevos competidores, en un sistema socialista, donde la igualdad es la norma, los intentos de destacar se verán como un desafío al sistema. Si hay burócratas que son capaces de ofrecer mejores productos o trabajadores que aumentan la productividad los demás burócratas y trabajadores verán amenazado su estatus y su tiempo de trabajo.
Por otro lado ¿Cómo van a asignar los que determinan la producción a toda la burocracia que será necesaria para llevarla a cabo? Por muy profesionalizada que sea esta enorme burocracia va a ser inevitable el nepotismo, la corrupción y la incompetencia.
Estos problemas también se darán en un sistema de mercado, pero la competencia entre las empresas y las decisiones de los consumidores van a limitar la extensión y gravedad de los mismos.
Se podría crear un sistema de incentivos para evitar la falta de eficiencia de los burócratas, pero rápidamente ese sistema de incentivos haría aparecer desigualdades entre los burócratas que llevarían al enriquecimiento o al aumento de competencias en la producción de unos y a todo lo contrario en otros. Al final si se introducen incentivos lo que se acabará replicando es un sistema de mercado con sus desigualdades y con la desaparición del poder de los burócratas y de los mismísimos directores de la producción. El igualitarismo de los socialistas es incompatible con un sistema de incentivos.
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EL FRACASO DEL HOMBRE NUEVO.
El socialismo ha intentado solucionar los problemas que plantea su ejecución práctica mediante la planificación de la producción creando gigantescos programas en los que se especificaba todas las características y procesos.
La otra solución, complementaria e indisoluble de la anterior, es el hombre nuevo o el hombre del partido, una persona incorruptible, trabajadora, diligente, es la encargada de llevar a cabo el plan.
La teoría es bonita: los dirigentes elaboran el plan, un plan que satisfará las necesidades de la gente y que será dirigido por el hombre nuevo o hombre del partido. El resultado será una sociedad donde todo el mundo satisfará sus necesidades, de acuerdo con el plan, y donde todo el mundo aportará a la producción de acuerdo con el tiempo de trabajo establecido en el plan.
Pero los planes nunca se llevan a cabo o si se llevan no satisfacen las necesidades de la gente. Los planificadores se equivocan, los burócratas, los hombres nuevos, los hombres del partido se vuelven vagos, incompetentes o corruptos y los trabajadores no cumplen con sus tiempos de trabajo establecidos. Evidentemente no todo son equivocaciones, corrupciones, incompetencias o falta de ganas de trabajar pero desde luego el hombre nuevo no aparece por ningún lado.
En un sistema donde no existen recompensas por ser el mejor o simplemente por ser algo mejor o donde no existen beneficios la Naturaleza Humana (axiomas 3 y 4) lleva a la gente a ponerse al nivel del mediocre y a ser peores de lo que podrían ser.
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EL REPARTO DE LAS PLUSVALIAS.
Otro mito del socialismo, el reparto del beneficio o la plusvalía entre los trabajadores, también se enfrenta a la dura realidad de que gran parte de los beneficios de los capitalistas son reinvertidos en más bienes de producción y sólo llegan a mejorar el bienestar de la gente cuando son puestos en marcha para producir nuevos bienes. El socialismo se enfrenta a las mismas limitaciones de producción que el capitalismo y sólo su planteamiento de que los capitalistas disfrutan de la mayor parte de la renta puede hacer factible un gran aumento de la renta de los trabajadores al desaparecer aquellos.
Los socialistas creen que el capital por sí mismo genera sus propias plusvalías, pero un capital mal invertido puede no sólo no generar beneficios sino perderse en su totalidad. Si sustituimos a los capitalistas por planificadores la mayor parte de los beneficios que genera la acumulación de capital van a desaparecer y el capital acumulado puede disminuir.
Los beneficios sólo pueden venir de la satisfacción de más necesidades con los mismos recursos o de la satisfacción de nuevas necesidades, los planificadores no dependen de satisfacer las necesidades de la gente o de la obtención de beneficios, dependen de que no se cuestione el sistema y eso incluye que no se cuestionen sus decisiones. Los planificadores no quiebran ni se arruinan ni se hacen millonarios vendiendo bienes, ¿Para qué iban a obtener beneficios?
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LA DELACION.
Al igual que en el capitalismo se usaba la delación para evitar colusiones entre las empresas se puede pensar que en el socialismo se puede usar la delación para evitar la corrupción o las consecuencias de la falta de incentivos. Pero hay una gran diferencia entre la delación por colusión en un sistema de mercado y la delación en un sistema socialista.
En el sistema de mercado se parte de unos costes de mercado al que los empresarios pueden añadir unos beneficios más o menos elevados según el nivel de competencia. Sin embargo en un sistema socialista los costes ya están definidos por el tiempo de trabajo y los beneficios determinados por el plan que deben ejecutar los burócratas. En un sistema socialista no existe un precio de mercado ni un beneficio propiamente dicho, lo que existe es un tiempo de trabajo y una cantidad de bienes que producir. Un burócrata puede denunciar a otro porque no cumple los objetivos del plan o porque produce más de lo planeado y luego lo intercambia por otros bienes en un mercado negro.
Las denuncias por no cumplir el plan pueden ser justas, debido a la falta de diligencia de los burócratas o de los trabajadores, pero también pueden ser debidas a que el plan está mal realizado o a que otros burócratas o trabajadores de otras unidades de producción del plan no han cumplido sus objetivos haciendo imposible alcanzar los objetivos a todos los burócratas y trabajadores relacionados con ellos. Y también pueden ser denuncias falsas de otros burócratas que aspiran a conseguir recompensas o que actúan por envidia. Las consecuencias de estas denuncias son muy diferentes a las que tienen lugar en un sistema de mercado.
En un sistema de mercado la empresa que denuncia se va a ver beneficiada directamente, también se verán beneficiados los consumidores. En un sistema socialista la denuncia no va a beneficiar al que denuncia, a no ser que se cree un sistema de recompensas, el que sí puede verse muy perjudicado es el burócrata o los trabajadores si existe un sistema de castigos. Pero el sistema de delación abre en el sistema socialista muchas opciones muy perjudiciales. Las denuncias pueden ser falsas o debidas a incumplimientos de otros burócratas o trabajadores diferentes de los denunciados, la consecuencia sería un clima de terror debido a falsas delaciones o a incumplimientos no deseados, a incumplimientos de otros burócratas o trabajadores o a mala planificación de los directores de la producción.
Las delaciones también pueden producirse por el desvío de parte de la producción a un mercado negro al margen del sistema socialista. El éxito de estas delaciones llevará a que cualquier incentivo de producir por encima de lo planeado desaparezca definitivamente.
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LOS HECHOS DEL SOCIALISMO.
Aunque no me gusta recurrir a los ejemplos históricos para apoyar una teoría enteramente lógica la historia del socialismo es demoledora.
Siempre nos encontramos con revoluciones en paises donde apenas se ha producido acumulación de capital, países fundamentalmente agrícolas.
Siempre nos encontramos con partidos comunistas o socialistas que van a hacer lo mejor para el pueblo. Siempre desarrollan planes que sacarán de la pobreza a la gente. Y finalmente siempre acaban en fracasos totales tanto desde el punto de vista de la producción como del humano en forma de corrupción y falta de libertades.
Otro signo del fracaso socialista es que ni siquiera son capaces de crear bienes de propia creación para satisfacer las necesidades. Dado que los burócratas no tienen incentivos en crear nuevos bienes lo más que hacen es (intentar) copiar los bienes de que disponen los trabajadores en los países capitalistas.
En algunos casos no llegan ni a satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. Por no hablar de que ninguno de ellos soporta un sistema democrático y necesitan de una fuerte represión de las libertades para que la gente no empiece a organizarse para satisfacer sus necesidades al margen del sistema de planificación.
En prácticamente todos los paises socialistas existieron /existen mercados negros donde la gente puede adquirir bienes que no satisfacen los planificadores. En los países socialistas era/es común que la gente compre, no lo que necesita, sino simplemente lo que hay en las tiendas.
El culto a la personalidad, las purgas por delaciones o luchas internas de poder, los bienes de ínfima calidad son otros de los hechos que se pueden observar en la mayoría de los sistemas socialistas.
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PERO EL SOCIALISMO NUNCA HA FRACASADO, AL MENOS ESO DICEN LOS SOCIALITAS.
El problema de usar ejemplos, y todos tenemos en mente ejemplos de países socialistas que han fracasado y ninguno de lo contrario, es que los defensores del socialismo siempre argumentan que los dirigentes de tal o cual sistema socialista no eran los adecuados o invocan a algún enemigo exterior.
Pero el sistema socialista tiene su enemigo interior en algo que no se puede cambiar: la naturaleza humana.
Los seres humanos se van a equivocar sistemáticamente y ningún plan va a ser nunca un éxito, porque no sólo se van a equivocar los planificadores sino que además no van a tener los datos necesarios para elaborar el plan.
No van a tener los datos para elaborar el plan porque la gente, todas las personas, son diferentes unas de otras y cambian y esa complejidad es inabarcable por ningún plan. Además siempre van a existir los genios que descubrirán una nueva necesidad, un nuevo bien, un nuevo sistema de producción u organización y que no encuentran cabida en ninguna planificación.
La gente siempre va a defender sus propios intereses y la única manera de evitar que, cuando consideren que el plan les perjudica, vayan contra el mismo es quitarles la libertad e incluso la vida.
El problema del socialismo es que el hombre nuevo, el hombre privado de su Naturaleza Humana, no existe, algo tan simple como eso.
Toda la literatura socialista, todos los rios de tinta de panfletos, programas, estudios… se enfrentan a esa simple frase: el hombre nuevo no existe.
Más aún que a la imposibilidad del plan, el problema es el de la inexistencia del hombre nuevo. Un plan podría llevarse a cabo más o menos y podría ser más o menos imperfecto pero si se contase con el hombre nuevo podría ser una solución a la cuestión de la satisfacción de las necesidades.
Pero ningún plan, ni ideología ni partido han sido ni son capaces de extirpar del ser humano su propia naturaleza. La Naturaleza Humana, los cuatro axiomas de la Economía son como un ácido corrosivo para los planes socialistas.
Queda un último mito, un mito extraño pues es usado para defender una cosa y su contraria. Es el mito de que el socialismo ha fracasado por culpa del capitalismo. Sin embargo nadie ha explicado como la explotación de los trabajadores por parte de los capitalistas en sus respectivos países ha podido perjudicar a los planes de los socialistas en los suyos. Los socialistas han dominado auténticos imperios con toda clase de recursos naturales y se han aislado de los países capitalistas con muros y fronteras, su fracaso es sólo suyo. Y más aún cuando ningún país capitalista ha tenido que poner barreras para que sus trabajadores no escapasen a los supuestos paraísos socialistas… sino justo al contrario.
Este mito, como dije más arriba, tiene un doble uso. El otro uso, más descabellado que este, es que el capitalismo ha triunfado gracias al socialismo, analizaré esta versión del mito en otra parte de este libro.
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LA PROPAGANDA.
Queda por último decir que lo único que realmente ha funcionado bien del socialismo es su propaganda o mejor dicho la difusión sistemática de la mentira. Durante décadas se nos presentó a los sistemas socialistas como el progreso, el futuro, el bienestar de las masas. Recuerdo de joven oír hablar de los planes quinquenales y de las fabulosas producciones de acero de las repúblicas socialistas o democracias populares.
Incluso después de la caída del Muro de Berlín la mentira sigue funcionando. Se elaboraron otros argumentos se eliminaron algunos antiguos pero, veinte años después, las ideas socialistas todavía se defienden en las universidades o en la política. China se nos ofrece como la “potencia del siglo XXI” ignorando lo que hay detrás de su crecimiento económico.
A pesar de los años, y de los éxitos del capitalismo y de los fracasos del socialismo, el complejo mediático-cultural sigue manteniendo en pie la ideología socialista.
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