1.2-Platón y el Problema del Movimiento

29.11.2013 22:26

El principal problema con el que se encontraron muchos de los primeros filósofos griegos fue el movimiento. ¿Cómo sería posible hacer ciencia de algo como la naturaleza, que está constantemente cambiando, mutando? ¿Acaso no todos los seres vivos acaban muriendo? ¿No se encuentra la naturaleza en un constante proceso dinámico de cambio? Para los filósofos presocráticos, los mismos principios que explican la constitución del mundo físico explican también la del hombre. Era tarea de la filosofía rastrear y reconocer, más allá de las apariencias múltiples y continuamente mudables de la naturaleza, la unidad que hace de ésta un mundo: la única sustancia que constituye su ser, la ley única que regula su devenir.

Encontramos por vez primera estas ideas en la escuela jónica que fueron sin duda las responsables directas del nacimiento de la física y de un largo debate intelectual entre distintas escuelas que duró siglos.

Pese a la falta de un método científico adecuado que les permitiera comprender las leyes que regían la naturaleza, la filosofía griega se encuentra plagada de una riqueza extraordinaria de opiniones y especulaciones sobre la naturaleza del espacio, el tiempo, la existencia del átomo que aún todavía hoy nos sorprenden debido a la simplicidad con la que llegaban a algunas conclusiones cuya demostración científica actual no fue un proceso banal en absoluto.

Parecía que Platón puso fin al problema del movimiento con lo que fue su famosa teoría del mundo de las ideas. En resumen muy pero que muy resumen del propio Platón en su carta séptima:

                “En todo ser podemos distinguir tres elementos que nos permiten conocerlo. El cuarto elemento es el propio conocimiento, y el quinto, el objeto real y cognoscible. El primer elemento es el nombre; el segundo la definición; el tercero, la imagen, y el cuarto el conocimiento. Pongamos como ejemplo un objeto determinado pero que sirve para aplicarlo a todos los demás. La palabra círculo designa una cosa cuyo nombre es el termino que acabo de utilizar. En segundo lugar tenemos la definición de esa cosa, definición que se compone de sujeto y predicados. En el ejemplo anterior la definición sería: <aquello cuyas partes están todas a la misma distancia del centro>. Esta definición valdría para todo lo que designamos como esfera, circunferencia y círculo. En tercer lugar está el dibujo que podemos hacer y borrar, trazando una línea circular que luego hacemos desaparecer.

                Pues bien, ninguna de estas operaciones afecta al círculo en sí, ya que es algo totalmente distinto de sus representaciones concretas. En cuarto lugar tenemos el conocimiento, es decir, la intelección, la comprensión correcta de un objeto. Todo esto se refiere a una sola cosa, que no reside ni en los sonidos que pronunciamos para expresar los nombres ni en las figuras con las que representamos su forma, sino en las almas. Por lo que resulta evidente que se trata de algo distinto tanto del círculo real como de esos tres elementos que acabo de citar. De estos tres elementos, el que más se acerca al quinto por su afinidad y semejanza es la inteligencia (el cuarto). Los otros tres difieren mucho de él. La misma distinción que hemos hecho refiriéndonos al círculo valdría también para la recta, para los colores, lo bello, lo justo y también para cualquier cuerpo, ya sea natural o artificial para el agua y otras cosas parecidas, y para la totalidad de los seres, las propiedades del alma y toda clase de acciones y de pasiones”

El objeto real y cognoscible, el quinto elemento del que habla Platón, se refiere a la idea, del elemento. Pese a que nosotros veamos la naturaleza cómo un ser dinámico y cambiante, existe una realidad metafísica estática y eterna (más allá de lo físico y lo material, invisible para nuestros sentidos pero no para nuestra razón) que es el “mundo” o el “lugar” donde se encuentran todas las ideas. Y toda la sustancia y la materia corrupta de este mundo como por ejemplo un árbol que nace, crece y muere ha sentido en él una fuerza metafísica que le hace tender a imitar la forma de aquel que es el ideal de árbol: El árbol puro, su quinto elemento, el árbol REAL.

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