2.3-La Ciencia en el Renacimiento

29.11.2013 22:57

No fue hasta 1473 durante el Renacimiento, que nació un astrónomo polaco llamado Copérnico que se atrevió a desafiar el modelo Ptolemaico encontrando inútil tanta complicación matemática para describir el movimiento de los planetas y propuso un modelo heliocéntrico. Puso al sol en el centro. ¿Por qué? ¡Porqué sí! ¡Era lo más sencillo! Porqué no podía aceptar un modelo basado en epiciclos que, aunque acertase en algunas ocasiones a la hora de predecir la órbita de algún planeta, era bastante ineficaz la mayoría de las veces. Por ello, y porqué en sus propias palabras: “¿Quién en este bellísimo templo pondría esta lámpara en otro lugar mejor, desde el que se pudiera alumbrar todo?”.

Hay que decir que el modelo de Copérnico no era la panacea. Tenía también sus problemas a la hora de medir con exactitud cuál iba a ser la trayectoria que iba a seguir un planeta en un momento dado. Pero es que además ¡¿Estaba acaso insinuando que la tierra se movía?! ¡No me hagas reír! Seamos sinceros ¿A quién en su sano juicio se le ocurre proponer que la tierra gira sobre sí misma y rotando alrededor del sol? Imaginaos por favor, una cuerda atada a una piedra la cuál intentáis hacer girar como una honda. Ahora seguid imaginando que queréis intentar que una familia de hormigas intente vivir en la piedra mientras la haces girar. ¿Resultado? ¡Las hormigas saldrían disparadas! ¿Por qué nosotros no? Y no hablemos, si conseguimos que la piedra pueda rotar, girando sobre sí misma.  

Pese a ello, Copérnico contribuyó en una medida importante al derrumbe de la concepción escolástica que había ofrecido una explicación que satisfizo durante siglos. La escolástica empezó a derrumbarse al ser incapaz de explicar no solo el heliocentrismo, sino muchos hechos fundamentales de la naturaleza o de la vida espiritual y social del hombre. La realidad parecía desmentir la doctrina escolástica y solo el peso de la autoridad la mantenía en pie. La autoridad de Aristóteles y de la Iglesia. Si ellos lo decían, entonces debía ser cierto. Fueron filósofos como Descartes o Francis Bacon, quienes atacaron a la escolástica en su punto más débil: el silogismo. ¿Recordáis la explicación de que era el silogismo?

 

                El silogismo es una forma de razonamiento deductivo que puede aplicarse siempre que se disponga de una verdad general, esto es, de una premisa mayor. Consta, en efecto, de dos premisas: una mayor –que enuncia el principio general- y una menor –que se refiere al caso particular incluido en el principio general-. De ambas premisas se extrae una conclusión, que es la nueva verdad que interesa. Repitamos una vez más el ejemplo ofrecido por Aristóteles: <Todos los hombres son mortales> (premisa mayor, que enuncia el principio general); <Socrates es un hombre> (premisa menor); <Socrates es mortal> (conclusión). Sin la premisa mayor no es posible construir un silogismo.

 

¿Qué es lo que ocurre, entonces, cuando la duda alcanza a los principios generales? ¿Qué ocurre cuando no se acepta la verdad de la premisa mayor? Sin premisa mayor, no hay silogismo. En la Edad Media, era común que los principios generales se alcanzaran por la fe o se sostuvieran en la autoridad de Aristóteles o de la Iglesia. En cuanto la fe flaqueó y la autoridad se debilitó, el silogismo perdió toda validez.

Descartes inicia el racionalismo, y Francis Bacon el empirismo, doctrina que se opone a la racionalista. Pese a sus enfrentamientos concuerdan ambos, sin embargo en sus críticas al silogismo, al que hacen responsable del atraso de la ciencia.

Opinaban que el silogismo servía en el mejor de los casos, para exponer lo ya conocido, y era una herramienta inútil para los que desean investigar la verdad de las cosas.

Si volvemos al ejemplo de silogismo ofrecido por Aristóteles, podemos comprobar que la premisa mayor <Todos los hombres son mortales>, sabemos que es verdadera por experiencia. Si no hubiéramos admitido previamente que Sócrates es mortal (verdad que el silogismo pretende darnos como conclusión nueva) no habría premisa mayor.

Bacon y Descartes invierten entonces el orden del razonamiento. El silogismo parte de lo general y desciende a lo particular. Ellos proponían, que debía de partirse siempre de los casos particulares, y ascender paso a paso y con mucha cautela  a las verdades más generales, como único método para tener la seguridad de no cometer ningún error basado en una generalización precipitada. Opusieron pues, a la deducción del silogismo, la inducción, que parte de los casos particulares.  Método, mediante el cual Galileo y Descartes revolucionaron la ciencia física descubriendo el principio de inercia, el cual más tarde se convertiría en la primera ley de Newton. ¡¡¡¡¡Y por fin!!!!! El ser humano descubrió la física como ciencia, tal y como la conocemos hoy día y que tanto nos  ha aportado y tal y como se enseña en todos los colegios del mundo, a veces de un modo tan banal.

                           

Vamos a explicar en el próximo capítulo en qué consiste exactamente el principio de inercia y como se llegó a él. Y porqué es un principio básico para entender porqué no salimos disparados de la tierra y con ello perder de inmediato fuerza todos aquellos argumentos en contra de una teoría heliocéntrica del universo. Una buena comprensión sobre el principio de inercia jugó también un papel importantísimo en el desarrollo de la teoría de la relatividad de Einstein, de la cual hablaremos en algún capítulo próximo (antes hay que comprender también la naturaleza de la luz). Gracias y hasta la próxima.

Siguiente capítulo

Para saber más

https://es.wikipedia.org/wiki/Epiciclo

https://es.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_de_Aquino

https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_Cop%C3%A9rnico

Libros:

Alianza Editorial: El discurso del método. René Descartes.